martes, 12 de mayo de 2009

4º etapa: Di Luca brilla en la primera cumbre y Armstrong pierde tiempo

El italiano da un nueva victoria al LPR, la tercera consecutiva en el Giro tras una etapa en la que ninguno de los favoritos quiso mostrar su cartas y Lovkvist se vistió de rosa
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Ciclismo a Fondo) Avanzaba Ivan Basso a tumba abierta por la despejada cima de Croce d'Aune, primer roce tenue del Giro con la montaña. Palmario. Apenas se vislumbraba sufrimiento en sus pómulos de alegórica felicidad encontrada con los ojos al descubierto por unas gafas que no querían camuflar su rostro, delatador mientras el Liquigas se imputaba a sí mismo el endeble peso de los empequeñecidos Dolomitas. Tránsito al descubierto. Basso jugaba, indiscretamente a la intimidación en las primeras rampas previas al final en San Martino de Castrozza. Tras de sí, la estela del pasado al que siempre veía su dorsal, cosas de la diferencia de velocidad en las rampas. Lance Armstrong ocultaba, al contrario que el varesino, su mirada, pesarosa. La añadía a su bailoteo cansino sobre la bicicleta. Resquicios de un estilo. A Basso apenas le obligaba el cuerpo a cambiar de postura. Cómodo, tras Valerio Agnoli, incansable y constante, y custodiado por Sylvester Szmyd. De guardaespaldas Arsmtrong, con su inseparable Popovych y el camuflable Levi Leipheimer. Expiraba tras los cristales que cubrían su aspecto impuesto por el equipo del varesino, apoderado en la caza de Jens Voigt cuando las sesenta unidades se presentaron en las primeras rampas de la última ascensión del día. Sprint en los Dolomitas

Inusitado día el que eligió Jens Voigt para dar rienda suelta a sus frecuentes cabalgadas acompañadas de exhibiciones que sientan precedentes. Es el alemán caballo de apuesta segura. Ganador nato. Instinto y piernas. Olfato y ambición. A pares. Buscó sus opciones desde el kilómetro 18, acompañado primero de Davide Vigano, Serafín Martínez, Ian Stannard, Francesco Bellotti y De Bonis para quedarse con estos dos últimos en la ascensión a Croce d'Aune y más de cinco minutos de renta vislumbrantes de la misma gloria que alcanzó el año pasado con una similar galopada en la décimo octava etapa. Caldeada entonces. Tempranero aún. No por ello su ambición se fricciona. El propio corredor del Saxo Bank encendió la luz ilusionante en los ojos avisperos de De Bonis y Bellotti cuanod, en un arranque del último, Voigt no pudo aguantar el ritmo y coronó la Croce d'Aune con un ligero retraso. Cargaba pilas para la solenme subida final. Y, mientras, Basso posaba sus gafas en el casco. Descubierto y sin zarandeos. Control sistemático el del varesino, como el del Liquigas, mientras Di Luca se reintegraba al grupo tras sufrir un percance. Gajes del oficio. También al del LPR le brillaba la mirada, fruto de una estrella colocada por él mismo. Por eso le gritó a Bosisio cuando se colocó antes de lo esperado en cabeza del pelotón tomando el relevo al Liquigas, mientras su líder llenaba el estómago con barritas. Energía eliminadora.

Fue la misma que impulsó a Jens Voigt en plena ascensión, larga, constante y agonizadora hasta San Marino di Castrozza. Su demarre exasperó a Bellotti y terminó por hundir a De Bonis, a remolque desde las primeras rampas. Todo portento y ambición. A base de pundonor y garra, Voigt rompía su propia figura sobre la estrecha carretera por la que, dos minutos después debería hacer su paso el grupo comandado por el Liquigas a relevos con el LPR. Numeroso sprint hipotético el que quiso romper Voigt a base de dentelladas y cabezazos. Un aliento desgarrado mientras Soler daba por bueno un primer inento para acercarse hasta el maillot del Saxo Bank cabecero. Nada. Thomas Lovkvist, todo elegancia, se acercó hasta la enclenque postura del colombiano. Eliminado.
Y ya solo medio minuto suspiraba con morder a Jens Voigt. En vías de extinción. Incansable, el alemán no redujo la cadencia a pesar de el ritmo del Liquigas se cobraba las primeras y débiles víctimas en el amplio grupo que alcanzó en persecución las rampas más duras de la subida final. Le pasó factura al alemán su ambición cotejada. Las piernas le dijeron basta. Reventón. Cuando hacía señas de renuncia. Rescisión.
Se entregó también Damiano Cunego.
Y Joaquim Rodríguez, David Arroyo, Carlos Sastre, Denis Menchov Armstrong y Leipheimer. Abonados todos a la dictadura del Liquigas. Dejación que no volvió a compartir Soler. Cabezonería para atacar una vez más y sembrar a Basso de dudas. Alcanzaba con su ojeada a Franco Pelizzotti, tornado en apuesta para la primera etapa montañosa. Tiró de él para acercarle hasta el colombiano y eliminar de la contienda a Armstrong, cuando el resto de favoritos izaban la bandera de precaución. Basso midió la distancia para su compañero, pero Pelizzotti ya había desaparecido. Excluido. Fue cuando Danilo Di Luca cambió los gritos a Bosisio por un crepitar endiablado. Sprint en alta montaña. Garzelli le tomó la rueda, solo eso. Porque sus satánica mirada matadora se clavó en la meta , inalcanzable para Pelizzotti, desaparecido, para Garzelli, eliminado.
Ninguno mostraba su cara ya, ocultas y encomendadas al Alpe di Siusi, donde mañana se juegan la reválida los contendientes que adoraron la reserva de fuerzas. Todos menos Lovkvist. El Eroico ciclista sueco que se ha convertido en nuevo líder, por eliminación, del Giro de Italia

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